Kay Sage
fue una artista estadounidense, surrealista. Recuerdo haber llegado a su obra
por azar, navegando por internet cuando recién iniciaba los veinte años.
Durante un tiempo, estuve hipnotizada por su obra “Le Passage”.
En
aquella época sentía una gran atracción por el movimiento surrealista, lo cual
tuvo su clímax y punto de culminación con el hallazgo de esta obra. Una mujer
pinta a una mujer observando el infinito, un infinito estéril, esperando a
nadie y esperando todo. Observando, paciente ¿el futuro? Tras sí, esos bloques
quebrados, esos bloques sin esperanzas, acumulados, grises, opacos. Ella tan
joven y tan anciana no cede – su cuerpo, su lenguaje corporal no cede – a la
nostalgia, a la memoria, al recuerdo.
Una obra
que es una promesa.
Kay Sage
abre un camino – sin esperanza – pero lo abre, lo inicia, lo señala. No se
trata de encontrar sino de encontrarse.
Hay
aridez en el paisaje – ¿acaso el lenguaje no es árido en ocasiones, no quiebra,
no abrasa? Kay Sage contempla el trabajo que le espera ¿no debe romper todos
esos bloques, no debe moverlos de un lado hacia a otro? ¿y qué encuentra? ¿qué
le hace mantener la calma, la serenidad?
Queda
una larga jornada– dice Kay Sage. (Y mientras tanto, vive su duelo; honesta,
valiente, silenciosa. Mirando a los ojos, a la tristeza.)
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